Cuidar la Tierra, cuidar a la gente, compartir los recursos y capacidades: esto es la base ética de la permacultura
¿Qué es la permacultura?
Siguiendo
su etimología significa cultura permanente aunque algunas personas
restringen su significado a agricultura permanente. Hay algo de correcto
en esto último, pues sin la producción constante de los frutos de la
tierra la vida humana y su cultura es imposible. Sin embargo, la
permacultura es mucho más.
Algunos
creemos que la permacultura es hoy en día una de las más ricas, vitales
y emergentes síntesis del conocimiento humano en su búsqueda de una
sociedad justa en armonía con la naturaleza. Es posiblemente la más
reciente cristalización del vínculo de la sabiduría y la ciencia.
Desde
un punto de vista conceptual se puede definir a la permacultura como el
diseño conciente y el mantenimiento de sistemas agrícolas productivos
que tienen la diversidad, estabilidad y resistencia de un ecosistema
natural. Es la integración armoniosa del medio ambiente, gente y
animales que permite proveer su alimento, energía, abrigo y también,
principios éticos y espirituales, de una manera sustentable.
Así, no hay que confundir la permacultura con tecnologías alternativas y técnicas agropecuarias desarticuladas.
La
permacultura produce una ecología cultivada capaz de generar más
alimentos para la gente y animales que la propia naturaleza a su ritmo
(sin el factor humano). Todo esto desde la perspectiva de la educación
popular, metodologías participativas, el sentido comunitario y la
reverencia a la vida. El australiano Bill Mollison es la figura clave en el surgimiento del diseño permacultural
Historia
Bill Mollison nació en Stanley, Tasmania (1928). Desde adolescente
aprendió a ganarse la vida por sí mismo. Fue panadero, trabajador
forestal, aserrador, trampero, naturalista y pescador de tiburones. En
medio de ambientes silvestres y difíciles, cazó y pescó para vivir.
Pronto aprendió el duro arte de sobrevivir en condiciones extremas y a
amar la tierra y las regiones donde uno vive.
Desde
1954 trabajó como biólogo realizando estudios científicos en lugares
remotos de Australia. En 1960 fue el curador del museo de
Tasmania.
En 1966 regresó a estudiar, ganándose la vida como pastor de ganado,
guardián de cafeterías y profesor de niñas. Se graduó en biogeografía y
quedó como maestro en la Universidad de Tasmania (1968).
Mollison
se convirtió en un crítico radical de los sistemas industriales y
políticos que estaban destruyendo, material y socialmente, todas las
partes del mundo. Pero como él mismo nos dice: “Esta oposición, por fin
no cumple nada [...] no quería oponerme a nada y perder mi tiempo.
Quería
regresar sólo con algo muy positivo, algo que nos permitiera vivir a
todos sin el colapso total de los sistemas biológicos.”
En
1974, en conjunto con su alumno David Holmgren (su tesis de doctorado
fue clave), desarrollaron una estructura para un sistema de agricultura y
de estilo de vida sostenibles, para lo cual Bill acuñó la palabra
permacultura
Esto culminó en 1978 con la publicación del libro Permacultura I y un año después Permacultura II.
Bill
ha dicho que, si bien en sus inicios la permacultura apuntó hacia el
autoabastecimiento de la familia y de la comunidad, “la autosuficiencia
no tiene razón si la gente no tiene acceso a la tierra, a la información
y a los recursos económicos”. Así, en lo últimos años la permacultura
se está dirigiendo también hacia estrategias para acceso a la tierra,
así como legales y financieras (tales como autofinanciamiento regional,
estructuras de negocios, intercambios de servicios y productos, sistemas
económicos alternativos no basados en el sistema monetario
internacional como los Lets y los de Mark Kinney).
De
esta manera, la permacultura está tomando un rostro profundamente
creativo y revolucionario. Lo anterior queda más claro con la triple
dimensión de la ética permacultural:
* Cuidar la Tierra: animales, plantas, tierra, agua y aire.
*
Cuidar la gente: alimento, abrigo, educación, empleo, contacto humano.
compartir los excedentes: dinero, tiempo, información y energía. La
clave es reconocer el valor intrínseco de cada cosa viviente,
cooperación, no competición egoísta.
Desde
1979, Bill Mollison dejó la academia y se ha dedicado a practicar con
el ejemplo: construir sistemas biológicos sostenibles.
Paralelamente,
fue formando el Instituto de Permacultura Tagari, en Tyalgum,
Australia. En 1991 ya había más de cuatro mil personas graduadas,
avaladas por el instituto. Actualmente hay más de 140 centros
diseminados en 50 países (bajo el principio de no centralización), con
20 mil personas entrenadas.
En
1981, Mollison recibió el Premio Nobel Alternativo por parte del
parlamento sueco; el reconocimiento del gobierno de Holanda; de la
Sociedad Schumacher de Gran Bretaña y, en 1991, la Academia de Ciencias
de Rusia le otorgó la medalla Vavilov (por vez primera a un extranjero).
Mollison
considera que Masanobu Fukuoka (autor de La revolución de la brizna de
paja) sintetiza muy bien la filosofía básica de la permacultura:
“trabajar con la naturaleza, no contra ella”. Para esto hay que
observar, cuidadosa y profundamente, cómo trabaja la naturaleza antes de
manipularla. En este sentido, la permacultura ha estudiado algunos de
los principales sistemas productivos y estilos de vida indígena, a lo
largo y ancho del mundo.
El
gran reto que Bill Mollison lanza a cada uno de nosotros, si es que no
queremos hacer de esta crisis planetaria una trágica historia es
abandonar el discurso sin acción, dejar el autoengaño y dejar de
convertir árboles en papeles y más papeles, desechar la cultura
parasitaria que hemos creado y empezar a hacer verdaderamente el amor
con las hijas e hijos de la madre Tierra: los pinos, los manantiales,
las catarinas, la tierra, el aire, los venados, las mariposas.
“Los
revolucionarios que no tienen huerto, que dependen del mismo sistema
que atacan, que producen palabras y balas y no comida ni abrigo, son
inútiles”.
Adoptemos
un pedazo de planeta y demostremos que tan capaces y consecuentes
somos. Reverdezcámoslo con fuerza y ternura hasta que se convierta en un
girasol que refleje la luz del sol en agradecimiento al milagro de la
vida.
Los principios de la permacultura
Los
principios de la permacultura son válidos para cualquier diseño
permacultural no obstante la variación en clima y escala. Provienen de
la ecología, la conservación de energía, el diseño de paisaje y la
ciencia medioambiental.
Estos principios son:
1) Ubicación relativa
2) cada elemento cumplemuchas funciones
3) cada función importante es soportada por muchos elementos
4) planificación eficiente de energía
5) o de recursos biológicos
6) reciclje de energía
7) sistemas intensivos a pequeña escala
8) aceleración de la sucesión y la evolución
9) diversidad
10) efecto de borde
Ubicación relativa
El diseño es el corazón de la permacultura consiste en la conexión entre cosas. Conexión significa situar en el lugar correcto.
Al efecto, hay que establecer relaciones de trabajo entre cada
elemento para que las necesidades sean satisfechas por las cosechas de
otro elemento. El conocer o descubrir las características, necesidades y
productos, de cada elemento es esencial para que trabaje en dirección
de la mayor ventaja. En una buena ubicación existe una fuerte conexión
entre los ingresos y egresos de los elementos del sistema.
Las preguntas clave para las estrategias de vinculación son:
a) ¿cuáles son los uso de los productos de este elemento particular que sirve a las necesidades de otros elementos?;
b) ¿cuáles necesidades de este elemento son cubiertas por otros elementos?;
c) ¿ dónde esta el elemento incompatible con los demás?;
d) ¿cómo y dónde beneficia este elemento a otras partes del sistema?
Para
ubicar los elementos del proyecto hay que empezar con el núcleo de
actividad más importante: la casa, el invernadero, etcétera. Este núcleo
está en función del objetivo a desarrollar.
Ejemplo
de una buena ubicación relativa: la captación y almacenamiento de agua
se hacen a un nivel más alto que el huerto para que la simple gravedad
dirija el flujo del agua hacia las plantas, y la composta se establece
cerca del huerto para no acarrear de lejos el abono natural.
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