Para que nuestro huerto se mantenga sin problemas a lo largo del tiempo, tenemos que empezar creando unas buenas condiciones; nos referimos a crear un buen suelo. Pensemos que será el lugar
donde germinará y crecerá toda nuestra comunidad de hortalizas año tras
año. Si no damos importancia a este aspecto lo pagaremos en el futuro,
por muy bien que nos vaya el primer y segundo año, la producción y
aspecto del huerto empeorará con el tiempo, si no hacemos lo necesario
para crear y mantener un buen suelo.
Características de un buen suelo
Una vez tenemos diseñados y preparados los semilleros,
es importante acondicionar el suelo. Uno de los mayores problemas que
se encuentra un horticultor principiante es un suelo demasiado
compactado o con poca materia orgánica, con muchas arcillas, o yesos,
calizas… que influyen muy gravemente en el desarrollo de nuestro
cultivo. Siendo, por tanto, una variable más que debemos tener en cuenta
a la hora de controlar los resultados que obtengamos en nuestro huerto.
Lo ideal es obtener un
suelo mullido, que prácticamente nuestro dedo índice se pueda hundir
fácilmente en la tierra. Y si falta materia orgánica, (tierra de color
oscuro y olor a bosque) añadirla a través de estiércol y compost todos
los años, para finalmente obtener un suelo esponjoso, con el suficiente
alimento para las plantas.
La preparación se suele
realizar a finales del invierno, normalmente, desde finales de Enero o
principios de Febrero. El objetivo es tener un suelo preparado para las
siembras directas que hagamos en el mes de Marzo.
El orden de tareas para preparar el suelo sería el siguiente.
Punto de tempero o sazón: momento ideal para trabajar el suelo de forma cómoda. Hace referencia a la humedad,
el terreno no debe estar ni demasiado seco ni húmedo. Algunos
agricultores suelen regar levemente el suelo para conseguir el tempero.
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Rozado: eliminación de vegetación en la superficie.CUIDADO: hay que conocer algunas plantas que nos pueden ser útiles en el huerto, almacenarlas o trasplantarlas a alguna zona donde puedan ser usadas en otro momento. Algunos ejemplos: Acedera, Matricaria, Alfalfa, Verdolaga, Estramonio, Manzanilla, Llantén, Ortiga…
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Laboreo: usando la azada (y si es posible la laya de doble mango), removemos el suelo, el trabajo dependerá de la compactación del suelo, y el tiempo que pudiera llevar sin trabajarse u oxigenarse, pero debemos conseguir un mínimo 50 cm de profundidad.
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Abonado: añadir estiércol, compost y tierra vegetal. Pero debemos tener en cuenta que el estiércol muy fresco requiere más tiempo de maduración en el terreno para evitar que queme nuestras plantas o semillas 3. A modo orientativo, la cantidad será cerca de 4-5 kg de abono por m2 (aproximadamente unos 5 cm de grosor encima del bancal). Es recomendable, no incorporar nunca la materia orgánica fresca en profundidad, puede pudrirse y estropearnos nuestra parcela para el cultivo de las hortalizas. Si la tierra tiene demasiadas arcillas (se agrieta o se compacta con facilidad) es recomendable añadir arena de río para mejorar la porosidad y estructura del suelo.
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Acolchado: es aconsejable echar una última capa de mulching o acolchado ya sea de paja o restos de compost más duros, que sirva para retener la humedad, mantenerlo mullido y evitar costras y erosión de nuestra parcela de cultivo.
Además de una buena
preparación del suelo, si observamos detalladamente los cultivos podemos
hacernos una pequeña idea de las cantidades de macronutrientes o
micronutrientes de nuestro suelo. Veamos algunas de estas pistas:
•Macronutrientes: se suelen encontrar en grandes cantidades en el suelo, y son los nutrientes principales para nuestras plantas.
1. Nitrógeno:
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Causa: su ausencia se debe a falta de materia orgánica, aunque también es muy común en plantas cultivadas en maceta.
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Consecuencia: brotes cortos y finos, porte delgado y erguido.
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En las primeras etapas de crecimiento las hojas son pequeñas y pálidas, luego pueden presentar manchas brillantes de amarillo, naranja, rojo o púrpura.
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Remedio: aplicar compost o abono verde en la parcela.
2. Fósforo:
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Causa: suele ocurrir en zonas lluviosas o épocas de mucha lluvia. Y en zonas arcillosas.
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Consecuencia: los síntomas son parecidos a los del nitrógeno, pero es más frecuente que las hojas sean más verdiazules o más bronceada con puntos púrpura en vez de amarillos o rojos.
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Los frutos se convierten en una pulpa blanda, ácida, de piel verde o rojiza
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Remedio: aplicar harina de huesos (aproximadamente 150g/m2)
3. Potasio:
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Causa: en suelos arcillosos cuando son hortalizas demandantes de este minerales como son las patatas, tomates (las semillas tienen gran cantidad de potasio), judía y frutales. Pero es más común en tierras de arena y turba.
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Consecuencias: retraso del desarrollo de la planta y hojas pálidas de color verde azulado, con manchas marrones en ápices o alrededor del margen, y a veces incluso se doblan hacia abajo.
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Remedios: aplicar materia orgánica o cenizas de madera (rica en este mineral)
4. Magnesio:
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Causa: muy frecuente su ausencia en todas las plantas, se lixivia fácilmente y se inutiliza por exceso de potasio.
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Consecuencia: aparecen en las hojas más viejas clorosis (amarillamiento) que se extiende posteriormente hacia arriba.
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También aparecen tintes brillantes de color pardo anaranjado y rojo y las hojas caen prematuramente.
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Remedio: probar con agua con jabón o diluir gotas de detergente líquido suave.
5. Calcio:
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Causa: no suele afectar a hortalizas ni jardines, pero puede ocurrir si hay demasiada turba en el suelo.
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Consecuencia: en los tomate podredumbre apical y amargas las manzanas.
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Azufre:
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Carbono
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Hidrógeno
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Oxígeno
•Micronutrientes:
1. Hierro:
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Causa: más frecuente en zonas de suelos alcalinos, con pH mayor de 7,5.
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Consecuencia: síntomas en brotes jóvenes principalmente y en casos extremos en ápices y márgenes de las hojas síntomas de abrasamiento. Pero es difícil diferenciar de síntomas como el magnesio y manganeso, aunque si el suelo es ácido se descartaría la opción de falta de hierro.
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Remedio: mezclar la tierra con materiales ácidos como turba, helechos triturados.
2. Manganeso:
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Causa: suele aparecer en suelos de arena, turba, aluvión o arcilla, o cuando el pH es muy básico, y entonces aparece unido a deficiencia de hierro. O en época de mucha lluvia, ya que en suelo húmedo suele inutilizarse.
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Consecuencia: similares a la ausencia de magnesio: clorosis en las hojas, aunque también se producen en guisantes y remolachas:
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-Remolacha: enrollamiento del borde de las hojas que hacen una forma triangular y manchas amarillas entre los nervios. En casos extremos toda la hoja se vuelve amarilla.
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-Guisante: cavidad o mancha de color rojo en el centro de los guisantes. Las vainas normales pero hojas algún amarillamiento entre los nervios.
3. Boro:
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Causa: exceso de cal lo paraliza del ciclo de nutrientes.
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Consecuencia: síntomas específicos en remolacha, nabos y perales.
4. Molibdeno
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Causa: en suelos ácidos.
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Consecuencia: solo en las coles y suele verse al crecer las hojas con poco limbo en comparación con el nervio central. Son hojas delgadas y arrugadas. Además no se desarrollan las cabezas.
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Remedio: encalar antes de sembrar o plantar
Tipos de cultivos en parcela
Una vez hemos preparado el suelo, podemos acumular la tierra de nuestra parcela de tres maneras: bancal, caballón y era.
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El caballón o surco, es el tipo de cultivo más conocido y tradicional. Consiste en dejar varias lomas levantadas, y entre medios surcos que dejarán paso al agua y por donde podremos pisar para recoger la cosecha o realizar cualquier tarea de mantenimiento. Esta técnica es muy recomendada para la siembra de patatas y cucurbitáceas.
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La era consiste en amontonar la tierra formando una superficie lisa sin terrones de tierra, al mismo nivel del suelo, nunca elevado. Muy utilizada para el cultivo de zanahorias.
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Por último, el sistema de bancal es muy recomendable para todo tipo de hortalizas pero además tiene la ventaja de aprovechar y maximizar el espacio. En huertos urbanos o familiares, donde el terreno es muy limitado, conseguimos más espacio para cultivo, si lo comparamos con el caballón. Para evitar incomodidades a la hora de mantener las plantas del bancal, es fundamental que la anchura del mismo, no exceda de los 1,20 m. La longitud del mismo dependerá del terreno del que disponemos y el diseño que más nos convenga. Además, si delimitamos el bancal con tablas, en forma de rectángulo, conseguiremos disminuir el trabajo de laboreo anual, ya que no pisaremos dentro de la parcela y lo tendremos protegido de la erosión.
Como el bancal nos parece la opción más adecuada, a continuación describimos los pasos generales para su construcción:
PASO 1: una vez
seleccionada la zona para nuestra parcela, se eliminan las “malas
hierbas” y posteriormente se remueve la tierra (laboreo) de una
superficie mayor a la anchura de nuestro bancal (1,20 m), para ello
podemos tomar como medida la longitud de un rastrillo.
PASO 2: una vez mullida la tierra, se vuelvan los lados encima de la tierra, hasta dejar solo la anchura del bancal.
PASO 3: con un rastrillo se alisa la tierra, se eliminan posibles terrones, raices y se perfila el rectángulo.
PASO 4: se acota con tablas
el bancal. Para ello se pueden reutilizar distintos materiales, aunque
es aconsejable la madera, ya que se pudren con los años.
Tipo de riego
Una vez preparado el
terreno, debemos ver el tipo de riego que mejor se ajusta, pues el
bancal, caballón o era requieren riegos diferentes.
Para nuestro caso: los bancales,
lo ideal es instalar un riego por goteo con un programador, nos
ahorrará tiempo y sobretodo agua, que también es muy importante.
Es aconsejable montarlos
después de la preparación del terreno, antes que la siembra o trasplante
de cultivos, ya que conoceremos de antemano las machas de humedad y
podremos distribuir de forma más eficaz nuestras plantas.
En el caso de caballones,
lo más recomendable es el riego a manta, es decir, inundar el surco de
agua y que el agua realiza el recorrido por los surcos. Este tipo de
riego requiere una gran pericia a la hora de nivelar el terreno, con la
idea de evitar estancamientos del agua. Además requiere de un mayor
trabajo de mantenimiento del surco y el caballón con la azada, debido al
desgaste que produce el agua en su recorrido. Este tipo de riego a
manta es más recomendable para huertos en áreas de ribera, donde las
acequias desvían el agua e inundan el cultivo recorriendo los surcos.
Otro inconveniente: para la misma producción que un cultivo en bancales,
el consumo de agua es más del doble.
Otros riegos utilizados son
los micro-aspersores, que gastan menos agua que los famosos aspersores
de césped que vemos muchas veces en parques urbanos. Estos es utilizan
tanto para bancales, como eras o caballones. Pero la eficacia del riego
es mucho menor que los tubos de goteo. Además el precio es mucho mayor.
Herramientas
Las herramientas que necesitaremos para la preparación del terreno son las siguientes:
•Azadas: para la preparación no es suficiente con una azada para laboreo. Existen multitud de
tipos de azadas, con una función específica, de distinto tamaño o forma
en función de la tarea: binadera (para romper la tierra), darra (para
binar y escardar entre líneas de hortalizas), almacofre (para hacer
surcos)
•Rastrillo: para quitar terrones duros del suelo, malas hierbas y nivelar la parcela de tierra. Es decir, para dejar la parcela limpia y preparada para la siembra o trasplante.
•Horca: utilizada para quitar algunas hierbas de raíz de la parcela de cultivo y mover el material en descomposición del compostador.
•Criba: herramienta a modo de colador, que sirve para tamizar el compost y evitar material aún no compostado o demasiado grueso.
•Carretilla: para transporte de tierra, herramientas. Además de semilleros, plántulas…
•Pala: para grandes movimientos de tierra:
compost, abono, tierra vegetal. La pala cuadrada se utiliza también
para el laboreo de la tierra. Consiste en pisar la herramienta para que
entre en el suelo y posteriormente inclinar el mango de madera para
levantar la tierra. Con ello se consigue realizar un buen laboreo y
“agacharse menos” que con la azada.
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